La mandarina: Dulce, fácil de pelar y cómoda de llevar… Es una de las meriendas más populares de los peques y un tentempié de gran valor nutricional apto para todos los públicos. Si ya le profesabas veneración al pequeño cítrico espera a descubrir la épica historia de la mandarina ancestral y sus descendientes.
A lo mejor nos hemos pasado, pero el nombre de la mandarina originaria unido a los referentes traídos de Hollywood sobre batallas históricas son estímulos más que suficientes para creernos juglares medievales narrando hazañas de una fruta. En todo caso, no deberíamos buscar símiles tan lejanos y ceñirnos más al guion de un culebrón, ya que lo único grande que hizo esta conocida como “mandarina ancestral” fue reproducirse. Sin embargo, esto fue el detonante de una cadena de relaciones familiares que nos permitió conocer posteriormente otros frutos como la naranja.
De acuerdo a un estudio publicado por la revista Nature, los cítricos de la actualidad provienen de diez especies naturales nativas de un área cercana al Himalaya. En la investigación participó el biólogo español, Manuel Talón, que data el origen del ancestro de los cítricos hace unos ocho millones de años. De este primer espécimen, que podía ser macho o hembra, fueron generándose relaciones entre otras especies que daban lugar al nacimiento de diversas variedades.
Árbol genealógico cítricos. Imagen: Adaptación de
El País
Como cualquier otra planta, los antiguos árboles localizados inicialmente en Asia, generaban polen. Este se transportaba de forma natural por los bosques dando a parar con especies frutales hembra diferentes y polinizando a las mismas. Así, uno ponía la semilla en un lugar inesperado y el resultado compartía características tanto de su padre como de su madre. Este fenómeno repetido varias veces es el responsable del tremendo lío de parentesco que os contamos.
Una de estas mandarinas padre, incomestible, debido a las características que tenía esta versión primitiva, fue la que compartió su polen con el antepasado del pomelo: el pummelo, que pasó a ser la madre de la criatura. ¿Qué engendraron estas dos frutas? Las primeras naranjas que conocemos, así como unas mandarinas con más contenido de azúcar que ya podían comerse. Por supuesto, estas naranjas y mandarinas no son las especies que consumimos a día de hoy. Los nacimientos salvajes necesitaron nuevos cruces con el paso de los años para dar lugar a los sabores que recordamos.
El pummelo es un alma libre y no se ata a nadie, de modo que esta telenovela continúa. La mandarina tradicional en un desliz con el pummelo, dio lugar a las naranjas dulces que podemos comer a día de hoy sin arrugar el entrecejo. Si pensabas que no podía complicarse más este árbol genealógico, agárrate, porque precisamente del incesto de esta naranja con las antiguas mandarinas surgen las tipologías modernas de mandarina que encontramos en las fruterías, así como los pomelos.